Sierra Madre del Sur, Guerrero.- Cercanías del Filo Mayor, cumbrera donde confluyen las zonas serranas de varios municipios pertenecientes a la región de la Costa Grande de Guerrero (las sierras de Atoyac, Petatlán, Tecpan de Galeana y Coyuca de Benítez). Un reportero, un fotógrafo y un experimentado contacto. Y cuatro curtidos hombres serranos que dan sus razones para sembrar amapola. Tres condiciones: nada de mentar los nombres de los poblados, nada de imágenes de rostros y casas, y nada de ir a fotografiar los lejanos plantíos, distantes, a pie, hasta ocho horas de camino. La única foto permitida será la que capta las manos de los labriegos sosteniendo un racimo seco de amapola. Va…
***
Estos cuatro campesinos que siembran amapola han aprendido a hablar con frialdad y sentido común de varios conceptos ligados a su actividad clandestina e ilícita…
Concepto uno: violencia. De la violencia generada por grupos que pelean el control del trasiego de la droga, dicen:
“Cuando hay muertos aquí, por la forma de matar al muerto, una ya sabe por qué lo mataron… Cuando es por el narco, masacran feo. Matan con mucha saña. Los muertos por narco quedan feos, quemados, cortados. Pa’ que quede claro, pues… Hubo un presidente municipal allá abajo (de la sierra) que cuando salió del gobierno todos ya sabían en qué habían andado él, los de él, y con qué grupo había tratado para vender la droga. Los del otro grupo subieron y primero lo mataron a él. Luego a todos los de él, en fila… Esos zetas (sicarios del cártel del Golfo) y pelones (del cártel de Sinaloa) son la muerte… Aquí la gente que se mete al narco, a andar peleando y vendiendo la siembra, muere de muerte natural: natural por lo que hacían…”
De la violencia que tiene que ver con defender sus sembradíos de los militares que los destruyen, narran:
“A veces, cuando venían los guachos, les disparábamos recio, desde lejos y escondidos, no pa’ matarlos, nomás pa’ asustarlos. Muchas veces los soldados sí se huían. Entendían que ahí no. Los rifles son de esos que nos traían los patrones, los cuernos de chivo. Ellos enseñaban a usarlos… Un día bajamos un helicóptero, así, a bala. No explotó, nomás chocó… El campesino siembra donde no llegan los helicópteros, donde está bien empinado. Luego por eso bajan con cuerdas (a rapel) y te vas, tú conoces por dónde, ellos no… Si pueden aterrizar el helicóptero en un claro, de árbol a árbol jalamos cables, así, bien tensados. Los helicópteros pasan y pasan y no hallan cómo bajar. Se atoran. Uno nomás se pone un sombrero grande y sigue trabajando. Hasta los saluda uno así, con la mano, sin subir la cara pa’ que no te vean… Una vez tendí uno de esos alambres bien delgadito, pero duro, y que empieza a bajar un helicóptero. No lo vio, yo creo. Se enredó la hélice que traen atrás y luego la otra, la de arriba. Chocó feo. Quién sabe si murió alguien, no salió en los periódicos… Sí destruyen los campos cuando bajan, pero uno regresa y vuelve a preparar la tierra, echa las semillas, y a los 15 días la plantita ya está así (señala cinco o diez centímetros de altura)… A veces también uno se muere: uno que sembraba se echó a correr de los soldados, saltó, y clavó en un ocote grandote. Ahí quedó…”
De pleitos entre campesinos:
“Aquí, como en Tepito: cada quien su puesto… Una vez sí se pasaron unos: nos dijeron que venían los guachos y cuando regresamos ya se habían alzado toda la cosecha… Así les fue…”
Concepto dos: tráfico. De cómo enviar y recibir cosas, revelan:
“Antes llegaban unos carros que les llamamos troceros, de esos que nomás tienen la plataforma sin redilas y en las llantas de refacciones venían las armas chicas, los fusiles desarmados, y el dinero… De regreso igual, va la goma, el látex que le dicen, o el polvo ya preparado desde acá… Ora ya vienen en trocas y suben y bajan, como si nada…”
De cómo avisar que ya está lista la cosecha, confían:
“Son trucos que le dice uno al comprador. Le hablas al celular desde la caseta de un pueblo: ‘oyes, vente, los toros ya están bien gordos, a ver si sirven pa’ cruzarlos’…”
Conceptos tres y cuatro: dinero y miseria. De las ganancias, establecen:
“Pongamos que siembras media hectárea una vez al año. Una hectárea te da 40 kilos de goma y media hectárea, 20. Si es temporada de agua la calidad es menor y te pagan a ocho mil el kilo. Suma: 20 kilos por ocho mil es igual a 160 mil por cosecha. ¿Cuánto es? Son 438 pesos al día… No sembramos pa’ volvernos narcos ricos, nomás pa’ sobrevivir (sus casitas ciertamente no son mansiones, pero tampoco son ya chozas jodidísimas)… Te puedes comprar un cochecito, poquito de ropa pa’ los hijos, comida que no falte, una tele, una lavadora, cositas así. Medicinas, si necesitas. Unos animalitos. Nomás…
De la pobreza, suman, restan, dividen, multiplican, y concluyen:
“De peón vas a ganar 120 pesos al día. Súmale: 120 por seis días es igual a 720 pesos por semana. 720 por cuatro semanas es igual a 2 mil 880 pesos al mes. Ora, hay trabajo en el campo máximo cuatro meses al año. Súmale. 2 mil 800 por cuatro meses es igual a 11 mil 520 pesos al año. Divídele. Son 31 pesos diarios. ¿Cómo vive uno con 31 pesos al día? ¿Contra 438 por una cosecha de lo otro? ¿Cuánto es? ¡Eso, 14 veces más! ¿Luego?...
“Otra: ¿tienes café? ¿Diez hectáreas? Cada hectárea te da seis quintales por cosecha. Son 60 quintales. El producto, sin tostar ni moler, te lo pagan a mil 100 pesos. Súmale: mil 100 pesos por 60 quintales es igual a 66 mil pesos al año. Y de ahí, con todo lo que gastaste para sembrar y cosechar (hace la lista) te queda 20 por ciento de la cosecha. 13 mil 200 pesos al año. Échale: son como 36 pesos al día. ¿A cómo está el dólar? Son como tres dólares, ¿no? ¿Tú vives con tres dólares al día? Ai’ está. Mejor me voy pa’l otro lado. O mejor l’otro: son 12 veces más…”
De la toma de decisiones, explican:
“Qué le queda a uno con tanta carencia… Si uno estuviera rico no andaría sembrando eso. Es sufrido. Hay que andar caminando horas y horas. Y luego quedarse a dormir ahí, días, en el monte, porque no da tiempo pa’ regresar, echado entre las bestias y las víboras. Y a comer agua y tortilla… Búscale en todas las sierras un campesino rico que siembre amapola. Sólo los que se envician y se ponen a traficar. Nosotros, es fácil: o seguimos sembrando, o nos morimos. O nos vamos a Estados Unidos…”
Concepto cinco: profesiones. De quiénes son y quiénes no son narcos:
“Nosotros no somos narcos, nosotros nomás sembramos y cosechamos. Narcos son los que la compran para venderla y traficarla…”
La filosofía del que siembra amapola:
“Mejor sembrar que robar… Es delito sembrar, pero es más delito robar… El que siembra no le quita nada a nadie… El que trafica sí: a otro que trafica… Mejor andar sembrando que andar asaltando… Ya lo dijo Caro Quintero: delito, que no te paguen… Delito, no tener pa’ comer y no sembrar…”
Juan Pablo Becerra-Acosta M./enviado
“Sembramos amapola para sobrevir, no para ser <i>narcos</i>” | Milenio.com
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