De Jorge Fernández, de la edición de hoy de Nuevo Excelsior.
Está mintiendo López Obrador cuando insiste en un supuesto fraude electoral que justifique su derrota o, simplemente, al hablar de ese inexistente fraude hace honor a su fama de tergiversador, de propalar habladurías sin sustento como si fueran verdades? Harry Frankfurt, prestigiado profesor de filosofía de la Universidad de Princeton, acaba de publicar (y existe ya una edición en español editada por Paidós) un excelente libro titulado On Bullshit, un estudio sobre la manipulación de la verdad. Para comprender cómo funcionan López Obrador y algunos de los integrantes de su equipo hay que leer este pequeño texto, el cual puede concluirse en un par de horas. Dice Frankfurt que hay que diferenciar al mentiroso del hablador: "Para inventar una mentira cualquiera (el embustero), ha de pensar que sabe qué es lo verdadero. Y para inventar una mentira eficaz, debe concebir su falsedad teniendo como guía aquella verdad". En cambio, señala, en un retrato que se ajusta perfectamente a la lógica política de López Obrador, que "una persona que decide abrirse paso mediante la charlatanería goza de mucha más libertad (que el simple mentiroso). Su visión es más panorámica que particular. No se limita a introducir una falsedad en un punto determinado, por lo cual no está condicionado por las verdades que rodean dicho punto o intersectan con él". Esa persona, ese hablador, dice Frankfurt, "está dispuesta, si hace falta, a falsear también el contexto... su intención no es informar de la verdad ni tampoco ocultarla... Para el charlatán, no hay más apuestas: no está del lado de la verdad ni del lado de lo falso. Su ojo no se fija para nada en los hechos... no le importa si las cosas que dice describen correctamente la realidad, simplemente las extrae de aquí y de allá o las manipula para que se adapten a sus fines".
Hasta allí el texto de Frankfurt y desde él se puede comprender a López Obrador: no es un mentiroso, porque para ello se debería reconocer la verdad, aunque sea para tergiversarla, y no lo hace: simplemente la verdad es su propia palabra; es un hombre que está dispuesto incluso a "falsear el contexto" (la elección fue inobjetable y limpia para él y para todos hasta el momento en que supo que no había ganado; dijo que reconocería el resultado aunque fuera por la diferencia de un voto, hasta que quedó en segundo lugar); su intención "no es informar la verdad ni tampoco ocultarla" (no le importa lo que digan los resultados ni los mecanismos electorales confiables, sino su versión de los hechos, aunque no tenga una sola prueba que la respalde); su "ojo no se fija para nada en los hechos ni le interesa describir correctamente la realidad", porque simplemente "extrae (información) de aquí y de allá o la manipula para que se adapte a sus fines". Y qué mejor demostración de ello que su revelación respecto a dos "urnas embarazadas" que dio a conocer el lunes: primero, dos urnas le sirven para confirmar que las otras 130 mil también estuvieron mal; segundo, ignora, conscientemente, que está presentando una falsedad: que nunca hubo embarazo de urnas, como lo desmintió el IFE la noche del lunes, sino que lo que se vio en ese video fue el conteo de votos y cómo se depositaron éstos, por decisión de los representantes de casilla, incluido el perredista, que fue quien solicitó esa acción. Fuera de esos videos, el candidato de la coalición Por el Bien de Todos no ha podido presentar ni una sola prueba más de que el proceso electoral estuviera viciado, tampoco ha podido justificar su petición de que, nuevamente, se vuelva a contar "voto por voto". Y su equipo, en el colmo de las "bullshit" (para seguir el texto de Frankfurt), como no puede justificar que, teniendo representantes en 95% de las casillas instaladas en todo el país y habiendo aceptado sus representantes (más de 100 mil), con su firma en todas y cada una de las actas, los conteos efectuados en las mismas, ahora se pida volver a contar los votos, se sacan de la manga que 50% de los mismos "le fallaron" al candidato. ¿Qué quieren decir? ¿Que en el cada vez más amplio complot también se vendieron nada más y nada menos que 50 mil de sus representantes partidarios? ¿Quién los compró, cómo, cuándo, qué pruebas existen sobre ello? Es absurdo: como dice Frankfurt, ni siquiera se lo puede catalogar como una mentira, son, simplemente, habladurías, charlatanería sin sustento en la realidad. Lo grave es que esa charlatanería no es detenida ni por algunos comunicadores, que son conscientes de que se trata de mera superchería basada en intereses muy específicos de un ex candidato que no puede aceptar que perdió las elecciones, ni por su equipo de campaña.
Parecen no comprender que estamos ante una elección e instituciones como el IFE, que ha recibido reconocimiento internacional y nacional; comicios que se dieron en una jornada inobjetable, donde el domingo 2 no hubo ni una denuncia de impugnaciones; de resultados que ya aceptaron los otros competidores y los gobiernos de EU, España, Alemania, la Unión Europea y buena parte de las naciones de AL. ¿Qué esperan? Lo absurdo, y lo que debería preocupar a muchos dirigentes de la coalición Por el Bien de Todos (no sólo a los perredistas), es que mientras ellos navegan en este mar de palabrería, Felipe Calderón está trabajando, ya, para avanzar en la conformación de un gobierno de amplio espectro, de coalición, en torno del cual ha platicado ya con otros partidos y con gobernadores priistas y perredistas, además de personalidades independientes. ¿No sería más importante para el perredismo y los cercanos a López Obrador estar hoy en esa lógica de negociación? Mejor dicho, ¿no sería más sano para ellos estar negociando de forma abierta, no en lo oscurito, como lo hacen ahora para que no se enoje su ex candidato? La vida sigue después del 2 de julio, por lo menos en el caso de la mayoría. No en vano Le Monde ya calificó a Marcelo Ebrard como "la esperanza" de una izquierda moderna para 2012.
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