02 julio 2012

La “noche triste” de Josefina - Nación - El Universal

Es la “noche triste” de Josefina Vázquez Mota en el PAN, a donde llega a las 20:00 horas, con los ojos hinchados y rojos, por el llanto de la derrota, dolor en que la acompaña su familia. Esa sede del partido en el poder es una zona de devastación, desolada, con el patio vacío, a donde sólo han llegado integrantes del equipo, y liderazgos que ahora ya aparecieron, y todavía han de esperar el conteo de daños en el Congreso y los estados.
A las 20:25 horas, del área de oficinas del partido hacia el auditorio “Manuel Gómez Morín”, camina la madre de la candidata presidencial, doña Josefina Mota. Va tranquila y cansada. La abrazan y dicen palabras de solidaridad. Da las gracias y sigue su camino. Poco atrás, su esposo, don Arnulfo Vázquez, atribulado.
Dolores del Río, uno de los brazos de la candidata en la campaña, camina sin consuelo con los ojos húmedos y entra al auditorio, donde Josefina Vázquez Mota dirá su mensaje de aceptación de la derrota —“las tendencias todavía no me favorecen”, es la frase de rigor—, y donde todavía hay sillones blancos y mesas para cóctel, una fiesta que abortó en la tarde. En el traspatio fue arrumbada parte de sillones y mesas. El edificio es un depósito de depresión.
El presídium está sombrío, por las caras largas de casi 40 liderazgos, y más por la pésima iluminación del lugar. Al lado derecho de la candidata, su coordinador de campaña, Roberto Gil, con cara de dolor y rabia, y a su izquierda, el presidente del PAN, Gustavo Madero, con gesto amargo, más parecido esta noche al mártir de la democracia, Francisco I. Madero.
La foto del desastre la integran también, el ya senador electo, Ernesto Cordero; Santiago Creel, único en ese mural del fracaso sin gesto descompuesto, el dirigente que más acompañó a la candidata, en una campaña sin soporte político ni organizativo. Juan Manuel Oliva, responsable de Elecciones parece sepulturero.
Vázquez Mota dedica palabras a los jóvenes con tonos de tristeza y dolor. Muy conmovida les señala que “no tienen permiso para la desesperanza”. Sus ojos están secos. Ya no hay lágrimas qué derramar, ni cuando a las 20:42 horas anuncia que respetará los resultados, y aunque agradece a todos los que la han acompañado, ni una frase dedica al presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Y cuando dice que la democracia necesita demócratas, abre su nuevo camino. Y lo proclama: Será vigilante del nuevo gobierno. “Estaré activa”, con el liderazgo, la fuerza y el poder, que, dice, gané en las urnas.
El día ha sido muy intenso. Creyente de los milagros, la candidata fue el día anterior a la Basílica de Guadalupe, escuchó misa, ofrendó rosas blancas, y hoy ha llamado la atención en su casilla de votación con el temple entero, el rostro sin tensión ni expresión de cansancio.
También el sábado ha visitado en el hospital a la primera dama, Margarita Zavala, quien recayó de un derrame de retina. Y cuando deposita en la urna la papeleta de elección de presidente, esta señora culmina su papel ante la historia: es la primera mujer en competir en serio por ese puesto en México.
Casi 12 horas después, cuando el resultado de la elección presidencial está visto y lo acepta, ella da las gracias, con una voz muy triste, pero con un gesto de elegancia, su estilo que no ha abandonado en la derrota misma, porque su rostro se ha negado a endurecerse ante las cámaras de prensa.
Antes que desmayar, en el vacío desolado del edificio del partido en el poder, esta mujer sólo menciona a un panista, don Luis H. Álvarez, “mi héroe viviente y lo que más amo en el PAN”, y traza su alcance hacia el destino: “Hay que construir la victoria para el 2018”.
Esto, afirma, no fue el final, sino el principio.


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