12 mayo 2008

Zetas le dan pelea a Rogaciano - Excélsior

Pablo César Carrillo
El cártel del Golfo ha intentado matarlo en tres ocasiones; le disputa la plaza al ganadero
Enviado
SIERRA DE PETATLÁN, Gro.— Una vez, un amigo ranchero le quiso disputar la dirigencia de la Unión Ganadera, y Rogaciano le advirtió: “Yo no mato perros, pero te voy a matar”. Otro día, un campesino ecologista le llenó el buche de piedritas, y Rogaciano le dijo: “Cómo no tengo una pistola para matarte aquí”.
El cacique de la Costa Grande Rogaciano Alba Álvarez, el priista que mantiene a todo un pueblo amenazado y atemorizado, ahora es el hombre más amenazado de la región. Los Zetas, sicarios del cártel del Golfo que normalmente no fallan, lo han querido matar tres veces, según fuentes federales.
Rogaciano tiene más vidas que un gato. La primera vez, el 13 de agosto de 2006 le dispararon 50 balazos a su camioneta Hummer en el puerto de Lázaro Cárdenas, y salió ileso. La segunda vez, el 2 de mayo de 2008, acribillaron a siete de sus colaboradores en Iguala, y él se salvó porque los había dejado minutos antes. Y la tercera, el 3 de mayo, mataron a 10 personas afuera de su casa en Petatlán, y acribillaron a dos de sus hijos, y él no estaba.
Rogaciano se convirtió en el principal blanco del cártel del Golfo en Guerrero. No es para menos. Algunas personas en Guerrero, quienes prefieren guardar el anonimato, afirman que controla a los presidentes municipales y a los policías locales, domina los caminos de la sierra y los pueblos, controla a los talamontes y permite el tráfico de drogas para los hermanos Beltrán Leyva desde hace 20 años. Es el poder real en la zona, dicen. Muchos le tienen miedo y muchos lo admiran. Pero en los últimos dos años, los narcotraficantes de Los Zetas, le quieren quitar el control de la plaza. Se presume que Los Zetas quieren tumbar a Rogaciano por una simple razón: quieren el control de la costa y la sierra, de acuerdo con testimonios de algunos agentes.
Hay quienes aseguran que Rogaciano anda a salto de mata. Que tiene hombres en todos los pueblos de la Costa Grande y Tierra Caliente, pero Los Zetas han logrado penetrar en sus municipios. Cada vez están más cerca. La prueba de ello es que el 3 de mayo, un convoy de 10 camionetas entró hasta Peta-tlán, sin que la policía ni sus propios pistoleros los interceptaran.
Rogaciano es un ranchero de La Chaveta, una región violenta de la Sierra de Petatlán. Su padre se llamaba igual que él, Rogaciano Alba. Es propietario de varias fincas, pero principalmente del Rancho San Felipe, ubicado en Potrerillos. Es un hombre bigotón y usa sombrero. A veces anda en el pueblo a caballo o en camionetas de lujo, como una Hummer. Tiene una casa muy grande, de 20 por 50 metros, en el centro de Petatlán, y es la ley en el pueblo.
—Tengan cuidado. Sus hombres andan armados, dice un funcionario de la presidencia municipal, del PRD.
—Los pueden levantar, y los desaparecen, advierte.
En la calle, nadie quiere hablar de él y los que hablan guardan el anonimato. Los hombres dicen que es buena persona y que ayuda a los pobres. “Cada Navidad reparte camionetas llenas de despensas en las comunidades”, dice la señora Dora Luz Vargas. El Día de las Madres paga el festejo en la preparatoria. Cuando alguien se muere, Rogaciano paga la caja. Cuando hay un enfermo, Rogaciano paga el hospital. A veces, cuando entra al mercado, paga la cuenta de todos los que están comiendo. Es un hombre popular y simpático, dicen. El problema es cuando se enoja, cuando alguien lo hace enojar.
Hace unos años, el ganadero Tomás Enríquez Gutiérrez, aspirante a dirigir la Unión Ganadera Regional, lo denunció públicamente en una reunión.
—¡Mátame aquí, de una vez mátame — le dijo el ganadero tras denunciar que lo había amenazado de muerte.
—Yo no mato perros —le gritó Rogaciano.
—No te tengo miedo. Si me vas a matar, mátame de una vez —le gritó el ganadero, según las crónicas periodísticas.
—Soy tu padre, pendejo, le contestó Rogaciano.
Hay muchas acusaciones contra él. Un supuesto pistolero suyo, Javier Valle Villa, platicó un día que ellos habían asesinado a la defensora de derechos humanos Digna Ochoa, por órdenes de Rogaciano, el 19 de octubre de 2001. Eso provocó que las autoridades investigaran el caso, pero fue imposible seguir: todos los pistoleros supuestamente involucrados habían sido asesinados.
El campesino ecologista Alfredo García Torres acusó al cacique de pagar para matar a Otoniel García, porque no le permitían talar árboles y quemar bosques para sembrar droga. El ecologista preso Álvaro García lo acusó de tener un grupo paramilitar armado para asesinar a campesinos.
Human Rights Watch afirmó que Rogaciano pagó a la policía para matar a un campesino.
Los campesinos de la sierra lo vinculan con los talamontes y los narcotraficantes. Lo relacionan con asesinatos de campesinos y ecologistas. Y hasta los guerrilleros del Ejército Popular Revolucionario (EPR) lo han declarado como non grato.
Mejor váyanse. No se metan en problemas, Rogaciano es muy peligroso, dice el señor Pérez, un político del PRD.
A pesar de todo, el hombre sigue siendo un priista distinguido y un líder ganadero con prestigio, de tal manera que la dirigencia de ese partido en la entidad se solidarizó con él por los asesinatos de sus hijos. En la última elección, otra vez fue candidato a síndico. Su foto está enmarcada en el Palacio Municipal de Petatlán como el presidente municipal de 1994 a 1996. En esa época la Procuraduría General de la República (PGR) lo investigó por vínculos con el narcotráfico, pero no hallaron pruebas.
Es un buen hombre. Ayuda a la gente. Nunca se le ha probado nada, dice el capitán Darío de la Rosa Segura, coordinador operativo de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado. No entiendo por qué lo quieren matar, agrega.
Su rancho, San Felipe, está ubicado a la orilla de un río en Potrerillos. Tiene caballos finos, vacas lecheras, patos y gallos. Sus fincas tienen un símbolo que todos respetan: una herradura de caballo con una “R” de Rogaciano.
Es buena gente. El señor protegía a todo mundo. A mí me daba trabajo, dice Juan Leyva, vecino del rancho.
Nunca ha habido pruebas contra él, dicen los priistas, pero también lo dicen los perredistas y los panistas.
Algunos lo ven como un Robin Hood, platica Juan Fernando Ortiz, presidente local del PAN. Ayuda a la gente que no tiene dinero. Y su comportamiento ha sido muy recto. Hay rumores, pero no hay pruebas, afirma.
El presidente municipal de Petatlán, José Antonio Armenta, del PRD, tampoco ha visto actos ilegales de Rogaciano (de hecho se dicen compadres).
La Costa Grande es un territorio clave para el narcotráfico. En los municipios de la Costa y Tierra Caliente se siembra mariguana y amapola. Y en las playas, desde Tecpan hasta Lázaro Cárdenas bajan cargamentos de cocaína provenientes de Colombia, según informes federales publicados por Excélsior. Por eso, afirman en la región, Rogaciano no quiere perder el control de la zona. Por eso Los Zetas, que pelean el control de Acapulco, quieren quitarle la plaza a los Beltrán Leyva, socios de El Chapo Guzmán.
Cuidado con Rogaciano. Sus hombres son capaces de meterles un balazo, advierte Eva Alarcón, dirigente de la Organización Ecologista de la Sierra de Petatlán, una de sus principales adversarias. Nosotros no vamos a decir nada. Estamos amenazados, lamenta.
Todos por aquí se sienten amenazados. Políticos están amenazados. Policías están amenazados. Luchadores sociales están amenazados. El pueblo tiene miedo. Nadie sabe si apoyar a Rogaciano o darle la espalda. Nadie sabe si después de esta guerra seguirá siendo el jefe o si habrá nuevos jefes. En lo que casi todos coinciden es que la violencia real está por venir.
El cacique, el priista, el político, el ganadero, el talamontes, el traficante, el matón, ahora sí está enojado.
Todos esperan la venganza de Rogaciano.
El cártel del Golfo ha intentado matarlo en tres ocasiones; le disputa la plaza al ganadero
Enviado
SIERRA DE PETATLÁN, Gro.— Una vez, un amigo ranchero le quiso disputar la dirigencia de la Unión Ganadera, y Rogaciano le advirtió: “Yo no mato perros, pero te voy a matar”. Otro día, un campesino ecologista le llenó el buche de piedritas, y Rogaciano le dijo: “Cómo no tengo una pistola para matarte aquí”.
El cacique de la Costa Grande Rogaciano Alba Álvarez, el priista que mantiene a todo un pueblo amenazado y atemorizado, ahora es el hombre más amenazado de la región. Los Zetas, sicarios del cártel del Golfo que normalmente no fallan, lo han querido matar tres veces, según fuentes federales.
Rogaciano tiene más vidas que un gato. La primera vez, el 13 de agosto de 2006 le dispararon 50 balazos a su camioneta Hummer en el puerto de Lázaro Cárdenas, y salió ileso. La segunda vez, el 2 de mayo de 2008, acribillaron a siete de sus colaboradores en Iguala, y él se salvó porque los había dejado minutos antes. Y la tercera, el 3 de mayo, mataron a 10 personas afuera de su casa en Petatlán, y acribillaron a dos de sus hijos, y él no estaba.
Rogaciano se convirtió en el principal blanco del cártel del Golfo en Guerrero. No es para menos. Algunas personas en Guerrero, quienes prefieren guardar el anonimato, afirman que controla a los presidentes municipales y a los policías locales, domina los caminos de la sierra y los pueblos, controla a los talamontes y permite el tráfico de drogas para los hermanos Beltrán Leyva desde hace 20 años. Es el poder real en la zona, dicen. Muchos le tienen miedo y muchos lo admiran. Pero en los últimos dos años, los narcotraficantes de Los Zetas, le quieren quitar el control de la plaza. Se presume que Los Zetas quieren tumbar a Rogaciano por una simple razón: quieren el control de la costa y la sierra, de acuerdo con testimonios de algunos agentes.
Hay quienes aseguran que Rogaciano anda a salto de mata. Que tiene hombres en todos los pueblos de la Costa Grande y Tierra Caliente, pero Los Zetas han logrado penetrar en sus municipios. Cada vez están más cerca. La prueba de ello es que el 3 de mayo, un convoy de 10 camionetas entró hasta Peta-tlán, sin que la policía ni sus propios pistoleros los interceptaran.
Rogaciano es un ranchero de La Chaveta, una región violenta de la Sierra de Petatlán. Su padre se llamaba igual que él, Rogaciano Alba. Es propietario de varias fincas, pero principalmente del Rancho San Felipe, ubicado en Potrerillos. Es un hombre bigotón y usa sombrero. A veces anda en el pueblo a caballo o en camionetas de lujo, como una Hummer. Tiene una casa muy grande, de 20 por 50 metros, en el centro de Petatlán, y es la ley en el pueblo.
—Tengan cuidado. Sus hombres andan armados, dice un funcionario de la presidencia municipal, del PRD.
—Los pueden levantar, y los desaparecen, advierte.
En la calle, nadie quiere hablar de él y los que hablan guardan el anonimato. Los hombres dicen que es buena persona y que ayuda a los pobres. “Cada Navidad reparte camionetas llenas de despensas en las comunidades”, dice la señora Dora Luz Vargas. El Día de las Madres paga el festejo en la preparatoria. Cuando alguien se muere, Rogaciano paga la caja. Cuando hay un enfermo, Rogaciano paga el hospital. A veces, cuando entra al mercado, paga la cuenta de todos los que están comiendo. Es un hombre popular y simpático, dicen. El problema es cuando se enoja, cuando alguien lo hace enojar.
Hace unos años, el ganadero Tomás Enríquez Gutiérrez, aspirante a dirigir la Unión Ganadera Regional, lo denunció públicamente en una reunión.
—¡Mátame aquí, de una vez mátame — le dijo el ganadero tras denunciar que lo había amenazado de muerte.
—Yo no mato perros —le gritó Rogaciano.
—No te tengo miedo. Si me vas a matar, mátame de una vez —le gritó el ganadero, según las crónicas periodísticas.
—Soy tu padre, pendejo, le contestó Rogaciano.
Hay muchas acusaciones contra él. Un supuesto pistolero suyo, Javier Valle Villa, platicó un día que ellos habían asesinado a la defensora de derechos humanos Digna Ochoa, por órdenes de Rogaciano, el 19 de octubre de 2001. Eso provocó que las autoridades investigaran el caso, pero fue imposible seguir: todos los pistoleros supuestamente involucrados habían sido asesinados.
El campesino ecologista Alfredo García Torres acusó al cacique de pagar para matar a Otoniel García, porque no le permitían talar árboles y quemar bosques para sembrar droga. El ecologista preso Álvaro García lo acusó de tener un grupo paramilitar armado para asesinar a campesinos.
Human Rights Watch afirmó que Rogaciano pagó a la policía para matar a un campesino.
Los campesinos de la sierra lo vinculan con los talamontes y los narcotraficantes. Lo relacionan con asesinatos de campesinos y ecologistas. Y hasta los guerrilleros del Ejército Popular Revolucionario (EPR) lo han declarado como non grato.
Mejor váyanse. No se metan en problemas, Rogaciano es muy peligroso, dice el señor Pérez, un político del PRD.
A pesar de todo, el hombre sigue siendo un priista distinguido y un líder ganadero con prestigio, de tal manera que la dirigencia de ese partido en la entidad se solidarizó con él por los asesinatos de sus hijos. En la última elección, otra vez fue candidato a síndico. Su foto está enmarcada en el Palacio Municipal de Petatlán como el presidente municipal de 1994 a 1996. En esa época la Procuraduría General de la República (PGR) lo investigó por vínculos con el narcotráfico, pero no hallaron pruebas.
Es un buen hombre. Ayuda a la gente. Nunca se le ha probado nada, dice el capitán Darío de la Rosa Segura, coordinador operativo de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado. No entiendo por qué lo quieren matar, agrega.
Su rancho, San Felipe, está ubicado a la orilla de un río en Potrerillos. Tiene caballos finos, vacas lecheras, patos y gallos. Sus fincas tienen un símbolo que todos respetan: una herradura de caballo con una “R” de Rogaciano.
Es buena gente. El señor protegía a todo mundo. A mí me daba trabajo, dice Juan Leyva, vecino del rancho.
Nunca ha habido pruebas contra él, dicen los priistas, pero también lo dicen los perredistas y los panistas.
Algunos lo ven como un Robin Hood, platica Juan Fernando Ortiz, presidente local del PAN. Ayuda a la gente que no tiene dinero. Y su comportamiento ha sido muy recto. Hay rumores, pero no hay pruebas, afirma.
El presidente municipal de Petatlán, José Antonio Armenta, del PRD, tampoco ha visto actos ilegales de Rogaciano (de hecho se dicen compadres).
La Costa Grande es un territorio clave para el narcotráfico. En los municipios de la Costa y Tierra Caliente se siembra mariguana y amapola. Y en las playas, desde Tecpan hasta Lázaro Cárdenas bajan cargamentos de cocaína provenientes de Colombia, según informes federales publicados por Excélsior. Por eso, afirman en la región, Rogaciano no quiere perder el control de la zona. Por eso Los Zetas, que pelean el control de Acapulco, quieren quitarle la plaza a los Beltrán Leyva, socios de El Chapo Guzmán.
Cuidado con Rogaciano. Sus hombres son capaces de meterles un balazo, advierte Eva Alarcón, dirigente de la Organización Ecologista de la Sierra de Petatlán, una de sus principales adversarias. Nosotros no vamos a decir nada. Estamos amenazados, lamenta.
Todos por aquí se sienten amenazados. Políticos están amenazados. Policías están amenazados. Luchadores sociales están amenazados. El pueblo tiene miedo. Nadie sabe si apoyar a Rogaciano o darle la espalda. Nadie sabe si después de esta guerra seguirá siendo el jefe o si habrá nuevos jefes. En lo que casi todos coinciden es que la violencia real está por venir.
El cacique, el priista, el político, el ganadero, el talamontes, el traficante, el matón, ahora sí está enojado.
Todos esperan la venganza de Rogaciano.



Zetas le dan pelea a Rogaciano - Excélsior

1 comentario:

  1. Anónimo11:12 p.m.

    le van a dar en su madre a este cabron si no se esta quieto mucho cuidado rogancio

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