Recuerda Skármeta que Acapulco era fiesta interminable bajo el sol

Eran los libertarios años 60 cuando el joven Antonio Skármeta llegó a Acapulco en un Plymounth 1948 en compañía de un amigo, chicas lindas que había conocido al fragor de las parrandas del camino y algunos borrachines de aspecto siniestro.

El escritor chileno y sus entretenidos compañeros de viaje llegaron al balneario mexicano en un intento por seguir la ruta que hizo célebre el escritor "beat" estadunidense Jack Kerouac en su novela "En el camino", la que Skármeta había de traducir para la editorial Zig-Zag.

La fiesta en Acapulco era interminable, recuerda Skármeta en entrevista con Notimex 48 años después de aquel capítulo climático de un viaje que comenzó en Biloxi, Mississippi, donde el escritor y un amigo con el que había viajado en un barco de carga desde Chile adquirieron el destartalado Plymounth por sólo 80 dólares.

"Con ese auto recorrimos todo Estados Unidos –-dice el autor, quien entonces tenía 20 años–, y por supuesto que, como los personajes de Kerouac, echábamos arriba a cuanto borrachín y chica linda encontrábamos en el camino, y las llevábamos de pueblo en pueblo".

"Algunas volvían a casa y otras de ellas siguieron con nosotros hasta Acapulco. Allá en Acapulco, en esa tierra tan cantada por Agustín Lara, ahí remató el viaje. La vuelta fue catastrófica porque el auto comenzó a desarmarse y prácticamente llegamos de regreso a la frontera de Estados Unidos con los fierros en la mano".

- Por lo que usted me dice –-indicamos al creador de "Ardiente paciencia"--, todo ese viaje, y no sólo Acapulco, fue una fiesta continua.

- Desde luego. Cuando uno es un escritor buscando aventuras todo es una fiesta continua, porque uno sabe que está poniendo a prueba su alma en la vida y que de eso va a salir literatura. Pero la palabra fiesta tiene una connotación siempre positiva y en la vida del escritor y del aventurero también hay momentos de mucha soledad, de mucho dolor, de mucha angustia.

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