La pantalla del teatro Flores proyectaba aquella noche el corto titulado La pasión por el billar. El azoro de la nutrida concurrencia era casi hipnótico frente a tan deslumbrante prodigio Las figuras moviéndose con gran rapidez se congelarán de pronto y las protestas ruidosas no se harán esperar. Arriba, en la caseta de proyección, el operador Enrique Flores utiliza su camisa para sofocar un pequeño fuego. Las llamas se elevarán en segundos devorándolo todo. Flores el primero y enseguida más de trescientos de los cuatro mil habitantes del puerto. Eran las 22:10 horas del 14 de febrero de 1909.
La sala de espectáculos consistía en un jacalón de madera con bancas también de madera y ningún dispositivo de seguridad. Se localizaba en la calle de Independencia (hoy número 3, edificio de las hermanas Nila y Carmen Gómez). La única puerta de acceso abría hacia adentro.
Una bomba de tiempo, en opinión de Ignacio Arcos Guevara, operador cinematográfico con experiencia de casi medio siglo. Y es que las películas de la época estaban hechas de nitrato de plata, un material de altísima inflamabilidad (recuérdese la devastación de la Cineteca Nacional). La situación se agravaba por carecer el equipo de una bobina para recibir la cinta exhibida, debiendo acumularse esta un costal de yute para su posterior reembobinado. Yesca pura.
El dueño del local, coronel Matías Flores, hermano del gobernador del estado, general Damián Flores, compañero de armas de Porfirio Díaz, había desdeñado la prohibición municipal de no abrir la sala sin contar con las medidas mínimas de seguridad. “A ver si el cabrón alcalde se atreve a clausurarme en tu presencia,” habría provocado Matías a su carnal mientras cortaba el listón inaugural del teatro Flores.
“¡Qué leche de cabrones!”, se comentará más tarde en el puerto. Abandonaron el lugar justo diez minutos antes de iniciarse el fuego.
Anituy Rebolledo Ayerdi
El Titanic y el teatro Flores de Acapulco
Hacia principio de siglo XX dos tragedias similares enlutaron más de mil familias y el silencio en torno suyo sigue inquietándonos hasta el día de hoy.
El 14 de febrero 1909 se incendió del Teatro Flores en Acapulco. Estaba atrás de la actual catedral, en el predio donde hoy existe una vecindad y una farmacia del ISSSTE.
Según Luz Guadalupe Joseph “don Matías Flores, hermano del gobernador Damián Flores hizo edificar un teatro con un ancho igual al del templo y una longitud un tanto y medio de ésta”.
Fue construido por carpinteros de ribera nativos de Acapulco al modo de casas y salones de los Estados Unidos. Las paredes eran de medio metro de espesor, fabricadas con madera de pino”. No era un jacalón. Su frontispicio era una réplica del Partenón. Pero sólo tenía una puerta…y se abría hacia adentro.
Acapulco no tenía más de 10,000 habitantes, pero ese día tres factores aumentaron el censo: La inauguración del primer teatro en Guerrero, la presentación del cinematógrafo en Acapulco y la visita del gobernador, coronel Damián Flores. “Vinieron a Acapulco caravanas de familias desde Tecpan hasta San Marcos y otros puntos del estado. Entre todas, sumaban más de quinientas personas; se hospedaron con familiares y amigos del puerto y el día de la inauguración vistieron, los hombres, saco chaleco y pantalón; y las damas, atuendos de gran volumen.”
El gobernador llegó el día 10. Se alojó en la casa de su hermano. Allí recibió a los alcaldes de Acapulco, San Marcos, Tecpan y Tecoanapa. “Quedaron pendientes los de Ometepec, Ayutla y Atoyac”. El día 14, visitó el fuerte de San Diego y recibió honores. Después comió con los iberos de la casa B. Fernández que habían instalado fábricas de jabones, pastas, aceite y hielo.
El teatro se llenó desde antes de las siete. Aún con boleto, mucha gente quedó afuera. La capacidad del teatro fue rebasada; adentro había familias completas; con niños.
La pantalla era de manta. El aparato proyector, deficiente y Nicolás, su manipulador, inexperto. Las películas de celuloide se inflamaban con facilidad con el calor que generaba el arco voltaico. Se exhibirían ocho películas mudas.
Diez minutos antes de las siete arribó el gobernador. Charló con varias personas en el pórtico. Entró acompañado de su hermano, Marcelino Miaja, el alcalde y Franco Funes. Adentro hacía mucho calor. El público recibió de pie al mandatario. El tomó asiento. A las siete en punto se apagó la luz, mas no empezó la proyección, había una falla en la caseta.
Dio principio la función. Las figuras eran nítidas. La fotografía era buena. Una pianola acompañaba con música las imágenes.
Diez minutos después, el gobernador salió del teatro discretamente. La gente ni notó su salida.
Veinte minutos después se vio un flamazo y se escuchó un estrépito y, a poco, envuelto en llamas se escucharon los alaridos de Nicolás: “Sálganse, salgan, el cine se está quemando”
El flamazo le quemó los ojos y le incendió la ropa. Tropezó, derribó el aparato, el fuego envolvió las cajas de las películas que estallaron como bombas. Se encendió el cielo raso. El fuego que se extendió a gran velocidad. Quienes estaban cerca de la puerta alcanzaron a salir. Los demás no pudieron porque en la confusión y la desesperación cerraron la puerta.
Los vecinos intentaron ayudar a los siniestrados. Fue infructuoso. El cielo raso cayó sobre la muchedumbre y después se desplomó el techo. La catástrofe duró hasta las cuatro de la mañana.
Antes del amanecer se apagaron las llamas y quedaron brasas. Un humo espeso se extendió por la ciudad. El olor a carne quemada permaneció más allá de las montañas por varios días.
Los soldados abrieron tres grandes zanjones en el panteón de San Francisco, los presos recogieron con palas los restos calcinados y los llevaron a sepultar. Atrás de los carretones iba una multitud pues entre esos restos seguramente iba algún familiar. El acarreo duró hasta el anochecer del día 15.
Don Matías enloqueció. Sentía sobre su conciencia la muerte de aquellas personas. Un día se pegó un tiro en mitad del paladar. El número de víctimas del siniestro es una incógnita. Algunos cronistas calculan que fue de 300 y otros hacer fluctuar la cifra entre los 1500 y hasta más de 2000.
El 12 de abril de 1914 se hundió el Titanic, también durante su inauguración. Su capitán nunca había pilotado una nave como esa y propició que chocara contra un iceberg. No llevaba suficientes lanchas de salvamento. La noticia no causó la conmoción que se esperaba. Hubo más de 1,800 muertos. Los cadáveres nunca fueron rescatados.
El teatro Flores y el Titanic, analogías de un siglo que iniciaba con sorpresas tecnológicas y que anunciaba el arribo a un mundo mejor: el nuestro.
Gustavo Martínez Castellanos
Acapulco en los años 20
Hopkinsville Kentuckian.
VOL . XXXI. HOPKINSVILLE KENTUCKY THURSDAY FEBRUARY 18, 1909. No 21.
THEATRE FIRE IN A MEXICAN WESTERN PORT
- Nearly Three Hundred People Caught Like Rats and Roasted.
- PICTURE FILM CAUSE.
- One Thousand People Were in the House, a Wooden Structure.
Mexico City Feb 17. –Between two hundred and fifty and three hundred people were burned to death and many injured in a fire which destroyed the Flores Theatre in the city of Acapulco Sunday night. The news of the disaster reached this city Tuesday afternoon, telegraphic communication with that place having been destroyed, owing to the fact that the telegraph office which adjoined the theatre was burned and all the wires were put out of commission.
The Flores Theatre was a wooden structure and over 1,000 people crowded into it to witness a special performance given in honor of Gov. Damian Flores.
One of the numbers on the program consisted of a series of moving pictures. While the operator was exhibiting these the film caught fire and the blaze was quickly communicated to some of the bunting which had been used for decorative purposes. In an incredibly short time the flames spread to all parts of the structure.
There but three narrow exits and the panic stricken audience rushed to them, many falling to be crushed to death their bodies choking the way of escape to the others.