19 agosto 2012

BAJO FUEGO - ¿Quién mató a Chavarría?



   José Antonio Rivera Rosales

   Este lunes 20 de agosto se cumplen tres años del atentado que costó la vida a Armando Chavarría Barrera.
   Aunque es probable que el gobierno estatal, a través de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE),  ofrezca algún avance de las investigaciones sobre dicho magnicidio -dada la trayectoria meteórica que caracterizó a quien en ese momento se perfilaba como el más viable candidato a la gubernatura por las izquierdas-, existe un marcado escepticismo respecto de los alcances efectivos de las indagaciones judiciales para esclarecer ese artero asesinato que conmocionó a la comunidad guerrerense.
   En su momento, el gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo encausó las investigaciones primero por el entorno personal de Chavarría, indagando si la causa de su muerte se debió a problemas con diferentes ciudadanos, lo que lo llevó a indagar la vertiente patrimonial del finado, hecho que causó enojo en la familia como en sus allegados de izquierda de toda la vida.
   Agotada la cuestión, entonces la PGJE incursionó por el lado de las motivaciones políticas, hipótesis que se robusteció con supuestas imputaciones de testigos protegidos que refirieron una reunión clandestina ocurrida el 18 de agosto en Tlapa, dos días antes de su muerte, encuentro donde se habría decidido su destino.
    Según esa versión, que se ha mantenido en secreto hasta ahora, liderazgos prominentes de un sector de izquierda del Partido de la Revolución Democrática (PRD)
se habrían congregado al filo de las tres o cuatro de la mañana ese 18 de agosto en un domicilio de aquella ciudad de La Montaña, donde habrían tenido un encuentro con dos hombres encapuchados.
   Esos hombres serían identificados por los supuestos testigos como el Comandante Ramiro y el Comandante Beto, del grupo guerrillero Ejército Revolucionario del Pueblo
Insurgente, el ERPI, con quienes habrían acordado el atentado en contra de Chavarría para dos días después.
   Las motivaciones que habrían argumentado los supuestos conspiradores no quedan muy claras, pero en términos generales quienes ofrecieron la versión hicieron  referencia a una “traición” cometida por Armando Chavarría en contra de los principios de la izquierda.
   Aunque esa fue en apariencia la motivación esgrimida por quienes le vendieron la versión a la Fiscalía Especial encargada del caso, nada más banal que ofrecer un argumento manido de la vieja izquierda dogmática para inculpar a terceros.
   Lo cierto es que el fiscal especial del caso, de apellido Miranda, fue objeto de dos atentados con arma de fuego así como de sucesivas amenazas. Ello, más la posterior muerte del Comandante Ramiro el 5 de octubre siguiente en la parte alta de Coyuca de Catalán, dieron pie a pensar que las investigaciones estaban en la ruta correcta.
   Empero, el jefe insurgente en realidad fue objeto de una emboscada en una zona conocida como Palos Altos, donde se resguardaba su familia. Su ejecutor fue un pistolero de nombre Alberto Cayetano Alvarado Palacios, conocido con el mote de Cuche Blanco, quien tuvo una seria diferencia con el guerrillero por el reparto inequitativo de recursos monetarios. Antes de tener las diferencias, Alvarado Palacios formaba parte de las filas del ERPI. Lo de la muerte de Ramiro, pues, fue resultado de un diferendo personal.
   Así las cosas, la investigación siguió apuntando a la hipótesis de que Chavarría Barrera fue ejecutado por la organización guerrillera. Tal parece que no fue así.
   En realidad, el ERPI no tenía motivaciones para ajusticiar a Chavarría dado que mantenía una relación secreta con el diputado asesinado, bastante cordial por cierto.
   Un primer encuentro de Chavarría con mandos del ERPI se produjo a mediados de 2001, aproximadamente, en la comunidad de Ahuacotzingo, donde el dirigente entregó un maletín presumiblemente con dinero para apoyar la causa.
   Algunas versiones creíbles hablan de por lo menos un encuentro más, ocurrido en las inmediaciones de Tlapa probablemente en 2008, así como un nuevo contacto con algunas bases del ERPI en otra región de La Montaña, en los primeros meses de 2009, es decir, unos pocos meses antes de su asesinato. En realidad, Chavarría estaba pavimentando su arribo a Casa Guerrero, lo que incluía prever conflictos posteriores con los grupos guerrilleros.
   Así pues, si Chavarría mantenía una relación afable con los líderes del grupo armado, no había razón para que éstos ordenaran su homicidio. La ocurrencia de una supuesta reunión clandestina el 18 de agosto podría echarse abajo fácilmente si la Procuraduría indaga dónde estuvo cada quien de los imputados por esas fechas.
   Más recientemente surgió la versión de que fueron agentes judiciales, que ya están muertos, quienes acatando órdenes superiores habrían ejecutado a Armando Chavarría. Esa versión apunta directamente a Zeferino Torreblanca, así como al  entorno personal del exmandatario.
   Con todo, más recientemente algunas versiones proporcionaron una nueva hipótesis que resulta por lo menos perturbadora: distintas fuentes creíbles señalan que el malogrado político guerrerense fue asesinado por una célula del narcotráfico vinculada a Rogaciano Alba Alvarez.
   Según esos indicios, que no esclarecen el móvil del atentado, una persona de nombre Hugo Higinio Carrillo Salmerón habría estado directamente implicado en el homicidio. Esa persona estaría acompañada por otras tres que integraban su equipo cercano.
   Carrillo Salmerón fue asesinado posteriormente, de una manera extraña, el 2 de diciembre de 2009 en los linderos del municipio de Tlacoachistlahuaca, de donde era originario y donde poseía un rancho ganadero denominado El Zapote, que trabajaba en sociedad con su familia. Junto con Carrillo fueron acribillados las otras tres personas que lo acompañaban, todos con nutrido fuego de fusiles y armas cortas. Aparentemente no había razón para que atentaran contra el ganadero, muy conocido en la región de Costa Chica.




   Más tarde ocurriría un acontecimiento más extraño aún: el 28 de marzo de 2011 una partida del Ejército Mexicano llevó a cabo un cateo en ese rancho, así como a los predios vecinos denominados Chalapia e Inmaculada, propiedad de su familia. En la incursión, los militaron abatieron a un caporal apodado El Botas, de extracción humilde, que en ese momento portaba un rifle 22, con el cual difícilmente podría hacer frente a las poderosas armas de los soldados.
   Todo esto enturbia más la situación dado que la incursión de los militares en los ranchos de aquella familia jamás pudo ser gratuita.
    Si la vinculación de los supuestos homicidas con una banda del narcotráfico fuera verdad -aquí lo mencionamos como una mera versión sin confirmar-, entonces cabría preguntarse qué relación había entre Chavarría y algún grupo del narco.
   De hecho, otras fuentes señalan una relación de amistad de Armando Chavarría con Mario Alberto Pineda, El MP, quien hasta 2009 era uno de los más cercanos colaboradores de Arturo Beltrán Leyva, ultimado a su vez  en diciembre de ese mismo año en Cuernavaca. El caso es que El MP fue ejecutado también en 2009 por órdenes del propio Beltrán Leyva, luego de que algunos sucesos ocurridos en Acapulco condujeron al jefe del clan a pensar que Pineda lo estaba traicionando.
   El punto vital de todo este enredo es que, desde mediados de 2008 en que se enemistaron, Beltrán le declaró una guerra a muerte a Rogaciano Alba al extremo de que inclusive lanzó una andanada de agresiones en su contra. En tal sentido, ese conflicto entre ambos personajes polarizó a partir de la fecha la violencia en Guerrero.
   Así las cosas, la Procuraduría de Justicia tendrá que hacer un esfuerzo denodado para esclarecer totalmente el homicidio de Chavarría con el fin de que la comunidad guerrerense, agraviada con su muerte, pueda conocer la verdad y la justicia sobre este hecho que enlutó a la ciudadanía. Esperemos los resultados de las investigaciones.

   

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