Un señor cargó el cadáver de su hijo y, cubierto de sangre, lo metió a su casa. Dos jóvenes se llevaron en una camioneta el cuerpo inerte de un pariente suyo. Los trabajadores del rancho San Felipe cargaron los cuerpos de los dos hijos de Rogaciano Alba, y los metieron a la casa de la familia. Todos los dolientes levantaron los cuerpos de la vía pública y los subieron en sus autos, sin esperar a las autoridades.
Los deudos de los diez muertos de la masacre del 3 de mayo en Petatlán alteraron los procedimientos legales, establecidos en los códigos penales, para cuando ocurre un asesinato. Nadie esperó al Ministerio Público. No hubo autopsias, ni actas judiciales. No hubo peritajes sobre la escena del crimen, ni registro legal de dónde quedaron los cadáveres tendidos en la calle. Cuando los peritos llegaron, sólo estaba el cuerpo de un hombre que era de un pueblo vecino y cuyos parientes no tuvieron tiempo de llevárselo.
“Yo me llevé el cuerpo de mi hijo. Yo no esperé a la Procuraduría”, dijo el señor René Orihuela. “Yo no quise esperar a nadie. Ellos tardan mucho. Y no tengo por qué esperarlos. Era mi hijo y yo decido lo que hago con él”, manifestó. El señor Orihuela, padre de Francisco Orihuela, El Peque, un joven de 21 años que trabajaba con la familia de Rogaciano Alba, ya había tenido una experiencia similar hace 20 años.
“En los 80 mataron a mi papá, y estuve dos horas esperando al Ministerio Público”, contó el señor Orihuela. “Aquella vez fue desesperante ver que mi padre estaba en la calle, y nadie venía. Sufrimos mucho viéndolo ahí tirado, y por eso ahora decidimos llevarnos a El Peque. Lo metimos a la casa, lo arreglamos, y comenzamos a velarlo”, platicó. “Nosotros no permitimos que le hicieran la autopsia ni nada. ¿Ya para qué? Nadie nos va a regresar a nuestro hijo. Lo enterramos y ya”, agregó.
Los demás parientes hicieron lo mismo. Se llevaron los cadáveres y los arreglaron en sus casas. De ahí llamaron a las agencias funerarias y los sepultaron.
“Yo llegué a la escena del crimen y me insultaron”, dijo un policía municipal. “Yo les dije que no podían mover los cadáveres porque debían esperar a los peritos, y me agredieron. Me dijeron que yo no servía para nada. Que el gobierno no servía para nada y que no existía”.
Familias deciden excluir al gobierno tras matanza en Petatlán - Excélsior
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